viernes, 10 de agosto de 2007

Los muertos

Anoche vi a un viejo amigo para cenar. Es una persona que ha entrado y ha salido de mi vida en muchas ocasiones. La última de ellas fue hace un año... cuando ilusionado me vi inmerso en uno de sus proyectos artísticos. De repente dejó de convocarme a las reuniones de trabajo, no contestaba a las llamadas, ni a los mensajes. Entendí que no quería saber nada más de mí y por lo tanto, herido una vez más, me alejé de su vida. La casualidad hizo que contactásemos y me encontré con él para cenar.
Es curioso como los seres humanos nos concentramos egoistamente en el dolor ocasionado por leves rasguños y nos olvidamos de que las peores heridas no dejan señal, sino que erradican pasiones y talentos. No es extraño lo que digo, basta mirar cualquier programa de noticias para entenderlo. Es curioso, pero detrás de un rostro amable, correcto y dulce, mi viejo amigo tiene un infinito y vulgar desinterés hacia cualquier persona que se le acerque. Un desinterés que que se disfraza de atención. Siempre le he dicho "¿Por qué te esfuerzas en despertar sentimientos que no te importan lo más mínimo?" Solía decirle. Pero no puede evitarlo. Nuestra cena fue otro de nuestros desencuentros. El cree que le hice daño porque reconocí los sentimientos que no existían, y no me asustó decirlo. Pero no puede evitarlo. Por eso está así, muerto. Con su éxito, su talento, sus idas y venidas, sus amantes, su hija... pero definitivamente MUERTO.

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