En los últimos días he visto un par de funciones. La primera de Angélica Lidell, "perro muerto..." con algunos aciertos, pero demasiado discursiva, con aspiraciones vanguardistas que se quedan en un mero exhibicionismo discursivo de su autora_protagonista (que poco tiene de lo que quejarse en cuanto a los amores que parece despertar por los programadores).
El otro caso es un delirio, cómico e irónico, dirigido por Ernesto Caballero. Aunque a veces pierde el ritmo, el buen hacer de los actores y una puesta de escena que, sin caer en excesos, consigue recrear esos personajes imaginados por Mihura hacen que merzca la pena pasarse por el María Guerrero.
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